4 No hay, que sepamos, música original de Lorca en las escenas de este tipo. Al menos no aparece en el volumen que hemos examinado, que incluye las composiciones musicales originales o recopiladas por Federico. Sí sabemos que las compuso y que las cantaba con frecuencia a sus amigos, ya que Federico era eximio pianista, buen cantante y profundo conocedor del canto well-liked español, muy especialmente, del canto jondo.
Pidiendo ochavitos por las calles me quedo yo al lado de esta prenda. Otra vez vienen los llantos a esta casa. La lengua se me debió pegar en el cielo de la boca antes de consentir en tal noviazgo; porque mi niña se queda sola en estas cuatro paredes y tú te vas libre por el mar, por aquellos ríos, por aquellos bosques de toronjas, y mi niña se queda aquí, un día igual a otro. Y el ama, integrada totalmente a la familia y que se enfrenta al tío, exculpándose de su posible exceso de confianza. Es respondona y polémica, y estaría todo el tiempo en ello, si no la neutralizara la tía. Tiene el drama, además, definido aire de época, en evolución durante la acción, que García Lorca, principalmente en el primer acto, se cuida de mostrar, a través de una bien dosificada cursilería y la buena exhibición de erudición.
5 La venida de la Xirgu a Chile, en 1938, sirvió de acicate para la formalización del Teatro Experimental de la Universidad de Chile, bajo el empuje y batuta de Pedro de la Barra, y del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica de Chile, que dirigió Pedro Mortheiru, iniciando una época de oro en el teatro chileno como representación, difícilmente superada. «(…) Es una niña vestida de rosa, que al mismo tiempo es barómetro. El fraile con la capucha está muy visto. Según la humedad, las faldas de la niña, que son plomero agricola oriental de papel finísimo, se abren o se cierran». «En medio del terciopelo (…) una fuente hecha con caracoles de verdad; sobre la fuente, una glorieta de alambre con rosas verdes; el agua de la taza es un grupo del lentejuelas azules y el surtidor es el propio termómetro. Los charcos que hay alrededor están pintados al aceite y encima de ellos bebe un ruiseñor bordado con hilo de oro. Yo quise que tuviera cuerda y cantara, pero no pudo ser». (Hemos destacado los versos que conforman el centro de la trama del drama).
Es la imagen misma de la más absoluta y completa desolación y desamparo, que no quiere exhibir ante los demás, para alimentar su maledicencia. II.2 Características generales del drama. El poema granadino (…) dividido en varios jardines se estructura en tres actos de diferente textura que es necesario señalar, antes de introducirse en el drama mismo. Aunque en el apartado anterior, hemos trazado el perfil de los personajes del poema granadino, de Federico García Lorca, en función de una visión common de la trama del mismo, consideramos adecuado precisarlos más en lo específico. Lorca, en este acto, introduce un personaje, don Martín, en parte portador de los sentimientos del poeta.
Al final, la tía, que es su gran defensora, procura tarde ya, eludirla dolorida por el naufragio very important de su sobrina. En sustancia, Doña Rosita la soltera es el drama de una mujer de buen pasar provinciano, prolija, cuya única salida como mujer, en una sociedad provinciana como la pintada por Lorca, es el matrimonio, que al no concretarse, condena a la mujer a la más desolada soltería, muertas ya la esperanza y la ilusión que sostuvieron su vida. Es, desde ese punto de vista y se hermana, un drama tan terrible como Yerma, que lo antecede en el tiempo, aunque Lorca creía pero percibió que no period así menos tensamente dramático que su obra teatral anterior. Es necesario destacar que en su obra dramática, lo que muestra, por otra parte, su enraizamiento con la dramaturgia de la Edad de Oro, principalmente con Lope y Tirso, la mujer ocupa el primer plano y casi diríamos único (Valbuena), lo cual se puede confirmar plenamente en la obra dramática lorquiana mayor, desde sus inicios con Mariana Pineda y con sus obras cumbres Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba y Doña Rosita la soltera. Tiene el mérito de amalgamar el clima dramático que campea en el teatro mayor de Federico, con el no menos inspirado y bello lirismo, concretado en bellos poemas de versificación octosilábica well-liked, cadenciosos y fáciles de memorizar, puestos en boca de Rosita, a propósito de las manolas y de las solteronas; lirismo melancólico y metafórico en el poema que es un retrato de Rosita, que aparece como remate de cada uno de los tres actos. Los personajes secundarios las manolas, las solteronas y su madre, las de Ayola, don Martín, incluso, el hijo mayor de una de las manolas, en el tercer acto son personajes muy bien delineados, que cumplen un específico cometido dentro del drama, manejados por Loca y que dan agilidad a la trama y son un soplo de brisa fresca, principalmente las manolas y las solteronas y su madre.
«Cada una en una butaca de seda celeste que se meza ella sola, y unos abanicos de raso grana. En medio de las dos, un columpio de jazmines y macetas de romero, Rosita meciéndose, y detrás su marido (el de la tía) cubierto de rosas, como salió en su caja de esta habitación; con la misma sonrisa (…), y usted se mece así, y yo así, y Rosita así, y detrás el Señor tirándonos rosas (…). Nosotras, ¡juerga celestial!». «¡Pero tía! Tengo las raíces muy hondas, muy bien hincadas en mi sentimiento. Si no viera a la gente, me creería que hace una semana que se marchó. Yo espero como el primer día». ¡Ay qué lástima de mi niña! ¡Éstos son los hombres de ahora!
Es don Martín un pobre maestro desilusionado, poeta frustrado, dramaturgo nunca representado, que hace clase en un colegio de niños ricos, que lo consideran poco menos que como un criado y que lo atormentan con sus bromas pesadas, y con el cual Federico expresa su abierto desvío hacia los ricos, a quienes maldice por boca del ama. Este segundo acto, por lo tanto, constituye todo él, a excepción de una escena en que campea la melancolía que produce el paso del tiempo y que Rosita avienta con su esperanza-ilusión, un verdadero juego teatral, de gran frescura, que aliviana el contenido dramático con que finalizó el acto primero. 1 Ramón Núñez, actor, director teatral y director de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile, a principios de la década del setenta, apenas llegado de la beca de dirección teatral en Londres, dirigió una puesta en escena, de gran calidad e inolvidable, al Grupo de Teatro (aficionado) Lope de Vega, del estadio Español de Santiago. Ha sido una de las presentaciones de más alta jerarquía artística de ese Grupo, gracias al profesionalismo y entrega de Ramón y de los actores que lo acompañaron.
«(…) esto de mi Rosita es lo peor (peor que la muerte de su marido y de su hija). Es querer y no encontrar el cuerpo; es llorar y no saber por quién se llora, es suspirar por alguien que uno sabe que no se merece los suspiros. Es una herida abierta que mana sin parar un hilito de sangre, y no hay nadie, nadie en el mundo, que traiga los algodones, las vendas o el precioso terrón de nieve». Tu deber es irte (…). Pero a mí me dejas la vida amargada.
En el teatro, específicamente, period partidario de la vuelta a Calderón. La estructura de su teatro y buena muestra de ello, como veremos es Doña Rosita… es calderoniana, aunque modernizada. Es moderno, opina Riley, estudioso del teatro lorquiano, citado por Valbuena, en sus procedimientos simbolizadores, plomero en capital evidentes en el drama que analizaremos, que constituyen el trasfondo de la trama. La raíz lírica del teatro lorquiano, que es una de las características sobresalientes de su dramaturgia está bien representada en Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, que nos proponemos analizar.
De tu prima no quiero acordarme. Vas a clavar una flecha con cintas moradas sobre su corazón. Ahora se enterará de que las telas no sólo sirven para hacer flores, sino para empapar lágrimas. De este conjunto de personajes, un poco manejados por el granadino, se libran las de Ayola y el muchaho hijo de María, más las primeras, que nos anuncian cómo pasa el tiempo y que éste no pasa en vano; y sobre todo don Martín, que es un personaje secundario francamente simpático por la bonhomía y resignación de su espíritu.